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domingo, 8 de junio de 2014

De mariposas, abejas y sexismos

La Tercera, 11-03-2005

“La independencia de criterio y actuación de las mujeres en política son relativas, ya que discurren dentro de mecanismos partidarios reconocidamente masculinos”

Sorprendente resulta la tesis de mi colega Ricardo Israel planteada en su columna “El complejo de la mariposa” (La Tercera, sábado 5 de marzo). De acuerdo a ésta, estaríamos en Chile asistiendo al denominado “complejo de la mariposa”, que consistiría en que las mujeres que acceden a cargos no solo no promueven a sus pares, sino que compiten entre ellas, prefiriendo rodearse de hombres y destacándose solas.

Nos parece que esta apreciación es, por decir lo menos, un estereotipo sexista. Dada la carencia de estudios serios sobre la relación entre genero y poder, los fenómenos a los que estamos asistiendo dan cabida a ésta y a otras especulaciones parecidas. Así, nos estamos librando, por ejemplo, de que se hable acerca de la existencia entre las mujeres políticas del “síndrome de la abeja reina”, dado que no tenemos ley de cuotas a nivel nacional. El mentado síndrome hace referencia a la tendencia de algunas mujeres a sentir que su incorporación en áreas de tradicional dominio masculino se debió a su propio mérito, sin consideración de su sexo.

Este ámbito parece ser fértil para las metáforas con insectos. Pero mientras tanto, deseamos despejar algunas ideas sobre el mencionado complejo. En primer lugar, dicho planteamiento da por supuesto que no pasa nada con la política y que el problema radica en las mujeres. En caso de dificultades ¡cherchez la femme! Esto puede ser parcialmente cierto, pero no permite comprender el fenómeno en todos sus aspectos. Por otra parte, pasa por alto la natural fragmentación existente en todo grupo social que, al constituir un sector “minorizado”, se amplifica.

Enseguida, las lideres políticas mencionadas por Israel como ejemplo (Golda Meir, Margaret Tatcher, Isabelita Martínez de Perón, Violeta Chamorro y Benazir Bhutto) llegan al poder sobre la base de un legado por la fuerza de la sangre. No se esperaba de ellas mayores cambios. Lo tradicional de sus sociedades hubiese implicado para ellas un suicidio político.

En tercer lugar, las pocas mujeres que han accedido a cargos de poder y que, por ello, están sometidas a una especie de lupa de aumento y al escrutinio publico permanente, constituyen todavía una aristocracia femenina en los círculos masculinos de poder, que son quienes permiten su inclusión. Por tanto, la igualdad y solidaridad entre mujeres encuentra serios obstáculos. Su independencia de criterio y actuación son relativos, puesto que discurren dentro de un campo regido por mecanismos partidarios, reconocidamente masculinos.
Se ha diagnosticado que, en estos casos, las mujeres experimentan serias inhibiciones. Esto, porque, a pesar de su compromiso con las reivindicaciones de su género, se ven frenadas por miedo a ser tildadas de “feministas”. Por otra parte, por efecto de la socialización y dado que la política es hoy una actividad profesionalizada, suele primar más en ellas la pertenencia al propio partido, salvo cuando se incrementa sustantivamente el número de mujeres y se alcanza una masa crítica.

Por último, algunos comentarios acerca de su conclusión, un tanto derrotista: que dos mujeres, por primera vez en la historia de Chile, tengan posibilidades de llegar a La Moneda, no va a significar un cambio por sí solo en la situación de la mujer en política. Sin embargo, ya podemos olfatear signos de lo contrario. En el nivel de las elites, algunos sectores políticos ya incorporan mujeres en primera línea, sea por motivos cosméticos o retóricos. Por otra parte, también hay cambios en la intención de voto de las mujeres chilenas: tienden a apoyar a candidatas. La presencia de mujeres en posiciones políticas visibles genera compromisos en las mujeres como ciudadanas.

Un cambio cualitativo podrá darse cuando haya más mujeres en cargos y si surge en el horizonte un movimiento –que ojalá no fuera sólo de mujeres- que produzca apoyo y organización continua. En esta vía, todavía se está en pañales, puesto que en el mundo anglosajón recién se están constituyendo solidaridades (o lobbies) con estos propósitos.

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