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domingo, 8 de junio de 2014

Mujeres y abanico parlamentario

La Tercera, 07-07-2005
“Debemos pensar creativamente en incentivos que diversifiquen el paisaje parlamentario. Es un test para la igualdad, cuyo reclamo debería ir más allá de la distribución del ingreso. ”

Las altas posibilidades de Michelle Bachelet de alcanzar la presidencia no son garantía de que aumentara la presencia de las mujeres en las instituciones de representación política. Una lectura perspicaz del diario lo devela: algunos días atrás, las dirigentes del bloque PS-PPD-PRSD realizaban una ofensiva mediática para aumentar los cupos parlamentarios.

Asimismo, en una carta un tanto naufraga a un diario, por lo breve y dramática, Mireya García señalaba que su mejor opción de ser candidata en las listas del Partido Socialista por el distrito 20 (Maipú, Estación Central y Cerrillos), avalada por los votos obtenidos en el 2001, peligra ante las pretensiones de Ricardo Lagos Weber, el hijo del primer mandatario.

De acuerdo con la jerga sismológica, se está produciendo, una vez más, un movimiento de subducción, aunque sin las características telúricas de los roces entre dos placas tectónicas. Las mujeres no pueden hacer mucho frente a los equipos negociadores, compuestos por hombres, dada la asimetría de poder existente y la falta de efecto vinculante de los mecanismos de cuotas al interior de los tres partidos políticos que han adoptad esta modalidad.

Así están las cosas en lo que se ha llamado “el jardín secreto de la política”. Es éste  uno de los procesos menos iluminados, tanto por la academia como por el periodismo de investigación. Pero las luchas de algunas mujeres nos advierten de otro fenómeno mayor: la hermeticidad de los partidos políticos a incorporar en las listas de candidatos al Parlamento representantes que reflejen la pluralidad de la sociedad.

No abogamos por una ilusoria representación sociológica, que no garantiza ni competencia ni representatividad política. Pero la brecha es demasiado ostensible y se acrecienta con el tiempo: no hay mujeres, ni jóvenes, ni minorías étnicas, ni discapacitados, por citar algunos ejemplos.
Reconozcamos que existen fuertes condicionantes para escoger a un cierto tipo de candidatos que  garanticen éxito en la contienda electoral: la dinámica que genera el sistema electoral binominal, la no existencia de límites a la titularidad y la lógica de coalición entre otros. Estos mecanismos contribuyen a la reproducción de las diferencias fácticas. La consecuencia es un Parlamento ensimismado y parapetado tras privilegios autoconcedidos.

Algunos dirán que el problema está en otro lado: no habría suficientes mujeres interesadas en ser incluidas en las listas.

No es del todo imposible: las mujeres evalúan sus opciones a la luz de sus recursos y oportunidades y, frente a la lógica política, que es “sin llorar” (nueva expresión feliz de Andrés Allamand) se suma la crianza de los hijos, la inexistencia de redes y contactos y las dificultades para acceder a recursos en campañas que, por sus montos, se escapan cada vez mas de las manos. Sin embargo, cuando las mujeres son candidatas, han demostrado su eficacia y estudios realizados al respecto dan cuenta de ello.

No es este un alegato acrítico a favor de las cuotas, las que, en muchos casos, no han dado los resultados esperados (han actuado mas como un techo, que como un piso). Se trata de que debemos desafiarnos a pensar creativamente en incentivos que diversifiquen el paisaje en el Poder Legislativo. Es cierto que su petrificación no parece tener consecuencias amenazantes para la estabilidad del sistema. Sin embargo, cabe preguntarse qué otras señales esperan los parlamentarios y los negociadores de las listas, dado que esta importante institución se mantiene entre las menos creíble ante los ojos de los ciudadanos.

Es este un test, en definitiva, para la ansiada igualdad, cuyo reclamo debería ir más allá de la necesaria distribución del ingreso. Mientras tanto, para muchos aspirantes se cumple el mandato bíblico, ese que dice que resultaría más fácil entrar por el ojo de una aguja, que integrar las listas de candidatos al Parlamento

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